¿Qué es más prioritario? ¿Es mejor conocer el deporte o controlar sus aspectos técnicos más individuales? ¿Se puede enseñar táctica sin una base técnica? ¿Es posible aplicar la técnica en competición sin una base táctica?
Esta es una serie de preguntas que se suelen hacer en muchos debates sobre formación deportiva. Debate curioso en el que las dos posturas son fácilmente entendibles, puesto que sin la base técnica es complicado realizar correctamente un buen planteamiento táctico; y una buena técnica tiene poco provecho si no es al servicio de una correcta táctica.
Desde mi punto de vista, este debate es relativamente estéril. No imagino a ingenieros automovilísticos debatiendo qué es más importante, si las ruedas o el combustible. Podemos argumentar durante años de hasta dónde puede llegar un deportista con solo uno de los factores y dónde llegaría su opuesto, pero lo que es obvio, es que ninguno llegaría al objetivo que tiene que tener marcado cualquier profesional de la formación deportiva, ALCANZAR SU MÁXIMO RENDIMIENTO.
Y para ello, la clave no está en definir qué faceta es más importante, sino en cómo estructurar todo un sistema que tenga en cuenta TODAS las claves necesarias. Y que, además, tenga la flexibilidad suficiente para adaptarse a todos los perfiles de deportistas que van a pasar por ese sistema. Es decir, habrá deportistas que necesiten más tiempo para asimilar conceptos tácticos, mientras que otros necesitarán hacer más hincapié en un gesto técnico para lograr su dominio.
La conclusión es que hay muchos factores más allá de la técnica y la táctica, tales como la nutrición, la preparación física, la preparación mental, el conocimiento de hábitos saludables (y más que seguramente pueda estar pasando por alto). Y la cuestión no es hacer una categorización de cada uno para ver cuál es más importante de todos, si no la de realizar una planificación que permita darle el tiempo suficiente a cada factor para llegar a su máximo nivel de dominio por parte del deportista.
